OPINIÓN | Migración, sanciones y democratización en Venezuela – por @BrianFincheltub

18 abril, 2024

De acuerdo con cifras del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en los últimos años, más de 7,7 millones de personas han huido de Venezuela buscando protección y una mejor vida. Se trata del mayor éxodo registrado en nuestra región en la época moderna y uno de los más grandes del mundo, superando incluso a los masivos desplazamientos de Siria y Ucrania, ambos ocasionados por la guerra. Pero ¿cómo se explica que un país sin conflicto armado declarado se haya quedado sin el 27% de su población en menos de diez años? Aunque hay quienes intentan instalar una falsa narrativa tratando de convencer a la comunidad internacional, y fundamentalmente a los Estados Unidos, de que la migración venezolana es consecuencia de las sanciones, la verdad es que nuestro éxodo tiene sus raíces en los propios orígenes del proyecto chavista y en ese modelo económico de ruina, devastación y saqueo que significó el llamado «socialismo del siglo XXI».

La economía venezolana estaba muy enferma antes de comenzar a manifestar sus primeros síntomas en 2014. El autoritarismo de Chávez tuvo su expresión más clara en la economía, donde imperaban las soluciones rápidas, muchas veces tomadas en vivo en su programa «Aló, presidente», bajo el calor de la permanente campaña electoral en la que vivió Venezuela de 1998 a 2013. A pesar de registrar el ingreso petrolero más grande de nuestra historia republicana, Chávez endeudó el país, devaluó la moneda en innumerables ocasiones y destruyó el sistema productivo nacional sosteniendo un tipo de cambio artificial que propiciaba la corrupción y desestimulaba la producción nacional, expropió tierras y empresas privadas productivas para convertirlas en cascarones vacíos y tomó decisiones de alto impacto en la inflación, como aumentar el gasto público a niveles estratosféricos, edificando una poderosa maquinaria de control social.

Fue precisamente Chávez quien también destruyó nuestra principal industria petrolera, despidiendo al 40% del personal calificado y poniendo a Petróleos de Venezuela (PDVSA), una empresa modelo hasta ese momento, al servicio de su partido y su proyecto hegemónico. De hecho, el colapso de nuestra industria petrolera no comenzó ni con Maduro ni a partir de las sanciones, sino desde el momento en que Chávez decidió que los inmensos recursos que PDVSA generaba no los invertiría más en aumentar la producción, sino en financiar su modelo clientelar. Así fue cómo en nuestra época de mayor bonanza, no hubo grandes obras de infraestructura, solo vestigios de una inmensa corrupción, hoy visibles en los pilares inconclusos del Metro hacia Guarenas-Guatire o el sistema ferroviario Este-Oeste, obras millonarias que son el retrato de una época robada.

¿Qué era lo peor que le podía pasar a Venezuela con esta tormenta perfecta? Caer en manos de unos incompetentes y de eso también es responsable Chávez. Designando a Maduro como sucesor, Chávez sabía a lo que se enfrentaría, frente a la previsibilidad de bajos precios de petróleo, los síntomas de una economía gravemente enferma comenzarían a hacerse visibles. Para desdicha de todo un país, la escasez y la hiperinflación pasaron a formar parte del paisaje nacional. Con sueldos que no alcanzaban para nada, la migración, tan temprano como en 2014, se convirtió en un proyecto de vida para muchas familias que podían planificar un poco más su partida al contar con ahorros y propiedades. Pero esto cambió radicalmente entre 2016 y 2019, cuando millones de venezolanos, de todos los sectores sociales y estratos socioeconómicos, vieron en la migración no una elección, sino una obligación de supervivencia. Todo esto, mucho antes de las primeras sanciones contra el régimen de Maduro.

Quienes afirman, erradamente o confundidos por poderosos lobbys, que las sanciones son responsables del éxodo de millones de venezolanos no solo mienten, sino que tratan de exculpar de responsabilidad a los verdaderos responsables del desastre en el que se convirtió Venezuela hace más de veinticinco años. Más grave aún es que sostengan que el camino para detener la migración no es el cambio político en Venezuela, sino el fin de las sanciones. Un absurdo que no soporta análisis lógico.

Desde aquí no somos defensores a ultranza de las sanciones, pero consideramos que este tipo de acciones coercitivas, sobre todo cuando están dirigidas a individualidades cuya responsabilidad en la crisis venezolana está demostrada, son de los pocos incentivos que tiene la dictadura para negociar. De hecho, fue a partir de las primeras sanciones que el régimen de Maduro cedió a la dolarización, desreguló las importaciones y los anaqueles de las farmacias y los supermercados comenzaron a llenarse de nuevo.

Solo la democratización de Venezuela, a través de un proceso electoral creíble, donde se respeta la voluntad de la gente y el compromiso de aceptar una transición pacífica del poder, detendrá la migración de los venezolanos. Cualquier escenario que implique que Maduro continúe en Miraflores tendrá el efecto contrario; toda América, desde Tierra del Fuego hasta Canadá, sufrirá las consecuencias de seis años más de madurismo en el poder.

Brian Fincheltub

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