OPINIÓN | 2024: ¿qué viene para América Latina? – por Julio Borges

31 enero, 2024

La decisión de ratificar la inhabilitación a María Corina Machado es una puñalada del régimen al acuerdo de Barbados y un reflejo claro de la intención de Maduro de hacer unas elecciones viciadas, esperando pasar agachado en medio del año electoral que hay en la región y las grandes turbulencias que se esperan.

No es exagerado sostener que el 2024 puede ser el año más importante en la historia de América Latina. Se cierra el super ciclo electoral que inició hace tres años y que llevó prácticamente a todos los países de la región a las urnas para cambiar sus autoridades políticas. Este año habrá al menos diez elecciones en esta parte del mundo, seis de ellas presidenciales. Pero la importancia de este año no solo tiene que ver con el plano electoral, sino con un conjunto de tendencias que se han venido acentuando y que podrían hacer de este un año decisivo, que marque un antes y un después en su evolución.

Una de las tendencias más marcadas en los últimos tiempos, no solo en América Latina sino en el mundo, es la desconsolidación democrática. Es un proceso que en la región ha tomado una fuerza inédita, producto del crecimiento de la pobreza y el populismo, el auge de las nuevas formas de comunicación y el desmantelamiento de la visión del centro político. De acuerdo con la última encuesta de Latinobarómetro, para el año 2023 tan solo el 48% de la población expresa apoyo hacia la democracia como sistema de gobierno, lo que representa una disminución de 15 puntos porcentuales con respecto al año 2010, cuando se registraba un 63% de respaldo para la democracia.

Este debilitamiento del apoyo popular a la democracia trae consigo un aumento del apoyo popular a formas de poder tiránicas: el 54% de la población señala indiferencia sobre si lo gobierna o no un demócrata, siempre y cuando resuelva los problemas fundamentales. El resquebrajamiento social de los valores democráticos genera efectos nocivos como el agotamiento de la cultura democrática, la fragmentación social, la expansión de la pseudolegalidad y el incremento de la polarización a través de las redes sociales. Muy probablemente esta tendencia de debilitamiento del respaldo a la democracia siga creciendo en este año, tomando en cuenta que habrá una mayor conflictividad política por las contiendas electorales.

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