El primer ministro sueco, Ulf Kristersson, ha declarado este domingo que el Gobierno turco está imponiendo a su país una serie de demandas para entrar en la OTAN que Suecia no puede ni quiere cumplir.
“Quieren cosas que no podemos ni queremos darles y ahora la decisión recae sobre los turcos”, ha declarado el primer ministro durante la conferencia Pueblo y Defensa celebrada en Estocolmo y recogida por el diario ‘Aftonbladet’.
A la conferencia han acudido también el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, y el ministro de Relaciones Exteriores de Finlandia, Pekka Haavisto, otro país que también ha solicitado la entrada en la OTAN para protegerse de la amenaza de Rusia y que, al igual que Suecia, queda a expensas de que Turquía levante su veto.
Ankara se niega a admitir la entrada de estos dos países a la Alianza Atlántica hasta que no entreguen a todos los individuos acusados de pertenencia a organizaciones kurdas declaradas por el Gobierno turco como grupos terroristas, como el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Asimismo, Turquía también pide la apertura del comercio armamentístico bilateral.
Antes de la conferencia, el ministro de Exteriores finlandés aseguró que Finlandia aguardará a que Turquía y Suecia solucionen sus diferencias. “No tenemos tanta prisa en incorporarnos a la OTAN como para no esperar a que Suecia reciba el visto bueno”, ha asegurado Haavisto en declaraciones recogidas por el mismo medio.
En 2022 Suecia y Finlandia rompieron con décadas de no alineamiento militar y solicitaron unirse a la alianza de defensa liderada por Estados Unidos en respuesta a la invasión rusa de Ucrania.
Turquía y Hungría son los únicos miembros de la OTAN que aún no han ratificado las solicitudes de sus vecinos nórdicos.
Si Suecia se une, la destreza de los submarinos y la defensa aérea de su Ejército reforzaría la capacidad de la OTAN para contrarrestar la hostil actividad rusa en el mar Báltico y el Ártico.
También habría beneficios políticos. Es cierto que rondas anteriores de expansión, en particular a las democracias menos desarrolladas en el sureste de Europa, han agotado los recursos de la alianza y la han obligado a hacer negocios con gobiernos no liberales. Pero sumar a Finlandia y Suecia, ambas democracias prósperas, no haría más que reforzar la credibilidad de la OTAN como defensor de los valores liberales. También ayudaría a distribuir los costos a largo plazo de mantener la seguridad europea, lo que permitiría que EEUU dedique más atención al Pacífico. A pesar de las reiteradas amenazas de Putin, la historia muestra que una alianza más grande brinda un mayor –y no menor– poder de disuasión contra la agresión rusa en Europa.
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