El serbio Novak Djokovic y el griego Stefanos Tsitsipas se baten el domingo (08h30 GMT) en la final del Abierto de Australia no solo por un título, sino también por el número 1 de la ATP y una página en la historia.
Un año después de ser deportado de Australia y ver desde la distancia cómo el español Rafael Nadal batía el récord masculino de Grand Slams, Novak Djokovic está a un solo paso de igualar los 22 grandes del español, caído en segunda ronda en esta edición.
En su camino solo se interpone Tsitsipas, que buscará vengarse de la final de Roland Garros perdida en 2021 ante el serbio y convertirse en el primer jugador de su país en ganar un Grand Slam y en liderar el ranking mundial de la ATP.
Siempre a la zaga del dúo Federer-Nadal, y probablemente menos apreciado por la afición, Djokovic acudió a Melbourne con un objetivo claro: “Quiero ser el mejor, quiero ganar los mayores torneos del mundo. No es ningún secreto”, dijo antes del torneo.
Favorito indiscutible en un torneo que ha ganado nueve veces y donde no pierde desde 2018, una lesión en el muslo izquierdo a principios de enero ensombreció las perspectivas del serbio, que incluso se planteó su participación en Australia.
A ratos con dolor, a ratos sin apenas poder correr, un Djokovic a medio gas sorteó la primera semana y solo dejó escapar un set en segunda ronda ante el desconocido francés Enzo Couacaud, número 191 del mundo.
En vez de entrenar en los días de descanso, se pasaba el día conectado a máquinas de recuperación y sometido a tratamientos antiinflamatorios. Y en octavos, el dolor de repente desapareció y su mejor tenis emergió para llevarlo en volandas hasta la final.
Decidido a enviar “un mensaje” a sus rivales de que el rey de Melbourne estaba de vuelta, trituró al australiano Álex de Miñaur y al ruso Andrey Rublev, concediendo solo 12 juegos en esas dos rondas y avanzando a sus décimas semifinales en este torneo.
Aun lejos de ese nivel sublime, afectado por la controversia alrededor de su padre, que apareció en unas imágenes con aficionados prorrusos y optó por no ver el partido en directo, se deshizo también con solvencia del estadounidense Tommy Paul.
“Soy un tenista diferente”
Ahora solo le queda la final en la Rod Laver Arena, donde el astro serbio nunca ha perdido un partido por el título: “No haber perdido nunca una final del Abierto de Australia sirve como una dosis de confianza. Pero, por supuesto, el trabajo se debe hacer en la cancha”.
También lo acompaña su historial contra el griego. Aunque perdió dos de sus primeros tres encuentros, el serbio acumula nueve victorias consecutivas contra él, incluida la final de Roland Garros.
Sin embargo, Tsitsipas, que ya le puso contra las cuerdas en París avanzándose con dos sets, se antoja como un rival de más entidad en un torneo en el que también se siente como en casa y arropado por la inmensa comunidad griega de Melbourne.
Después de tres semifinales perdidas desde 2019, Tsitsipas alcanza su primera final tras dos semanas en las que, más allá de sus indiscutibles calidades tenísticas, ha demostrado una madurez inusitada en los momentos críticos, con más del 80% de puntos de break salvados.
“Soy un tenista diferente, juego diferente. Mi mentalidad es diferente. Cuando estoy en la pista, realmente no pienso en las cosas negativas. Simplemente salgo y despliego mi juego”, dijo el tenista de 24 años, once menos que su rival.
Consagrado en la élite, con cuatro años dentro del top 10, Tsitsipas quiere entrar al Olimpo del tenis y unirse a la limitada lista de seis jugadores que en los últimos años han conseguido arrebatar un grande al ‘big four’: Nadal, Djokovic, Federer y el escocés Andy Murray.
AFP
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