En la actualidad, para millones de adolescentes en todo el mundo, las redes sociales como Instagram y Facebook son más que plataformas para ver contenido: son un espacio para compartir sus problemas personales y secretos más íntimos. Esta práctica, que puede parecer terapéutica para muchos jóvenes, en realidad los deja expuestos a graves peligros, entre los que destacan la explotación sexual y el grooming por parte de adultos malintencionados.
Lo que a menudo comienza como una búsqueda de apoyo emocional puede transformarse en una trampa que tiene consecuencias devastadoras para los jóvenes, quienes frecuentemente no comprenden los riesgos que corren al confiar en extraños en línea.
Compartir secretos con desconocidos: una tendencia con riesgos
La vulnerabilidad de los adolescentes al compartir información sensible en redes sociales ha sido documentada en múltiples investigaciones. Según un estudio de Thorn, una organización sin fines de lucro que trabaja para combatir el abuso infantil y compartido por Mashable en un informe, más de un tercio de los adolescentes considera que es “normal” compartir imágenes íntimas o detalles personales con personas que conocen en línea.
Esta cifra refleja un cambio en la forma en que los jóvenes perciben las relaciones virtuales, a menudo viéndolas como seguras y sin los mismos riesgos que las interacciones cara a cara.
Una parte importante de esta tendencia se debe a que los adolescentes tienden a ver a las redes sociales como una salida emocional, un lugar donde pueden expresarse sin los juicios que podrían recibir en su entorno inmediato. Sin embargo, esta apertura emocional también los hace vulnerables a depredadores que buscan ganarse su confianza y manipularlos para obtener favores sexuales o chantajearlos con imágenes comprometedoras.
Un ejemplo claro de cómo estas interacciones pueden tornarse peligrosas es la experiencia de Lennon Torres, quien tenía 13 años cuando comenzó a usar redes sociales. Inicialmente, ella participaba en un programa de televisión y tenía una creciente presencia pública, por lo que usaba las plataformas para interactuar con sus seguidores, muchos de ellos jóvenes de la comunidad LGBTQ+.
Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que comenzara a recibir mensajes de adultos que la incitaban a unirse a chats en línea de temática gay, bajo la premisa de que así podría “explorar” su identidad.
Torres, que se sentía aislada de la comunidad LGBTQ+ en su entorno físico, encontró en estas plataformas un lugar para conectarse con personas que aparentemente compartían sus mismas experiencias. Pero la realidad fue muy distinta. Los adultos que se presentaban como amigos rápidamente revelaban sus verdaderas intenciones: pedían fotos íntimas y la presionaban para realizar actos sexuales en cámara. Cuando Torres se negaba, la amenazaban con difundir imágenes comprometedoras, una forma de sextorsión que ha afectado a muchos adolescentes.
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