Manuel Rosales, (Maracaibo, 1949) es un clásico dentro de los confines de la oposición venezolana. Los años se suceden, el tiempo flota como un transoceánico arrasándolo todo a su paso, pero si algo pervive es el chavismo y paralelamente a él la figura incombustible de Rosales, al que le gusta ajustarse y estirarse el traje mientras saluda con una mano, a la manera de los dignatarios de los ochenta. En 2006 se enfrentó en unas elecciones presidenciales a Hugo Chávez y perdió. Cualquiera habría abandonado y su nombre sabría a derrota a partir de ese momento, pero no estamos ante cualquiera, hablamos de un superviviente. Ha resultado electo dos veces gobernador del Zulia, desde donde ha logrado convivir de forma pacífica con el chavismo, que ha tolerado su oposición a la vez que ha prohibido la de una figura antichavista tan al alza como la de María Corina Machado.
Rosales convive con la ambigüedad. En 2009 se exilió en Perú huyendo de acusaciones por corrupción hechas por el chavismo y no regresó hasta 2014, cuando fue detenido y encarcelado en El Helicoide, la prisión política por excelencia de Caracas. ¿Cayó en desgracia? ¿Se evaporó? Resulta que no. Al salir de la cárcel presentó su candidatura a gobernador y venció al oficialismo. Rosales, que ha pedido el fin de las sanciones internacionales impuestas a Venezuela, es uno de los pocos opositores que tiene hilo directo con el Palacio de Miraflores, la residencia presidencial. Digamos que sobrevuela en un plano limítrofe sin ser detectado por los radares.
Esmerado en cultivar una línea moderada en los últimos años, alejado de las citas para protestar en las calles, Rosales ha logrado ahora colocarse con astucia como uno de los candidatos opositores a las elecciones presidenciales que se celebrarán en Venezuela el 28 de julio. El líder del partido un Nuevo Tiempo se maneja a la perfección en estos tiempos políticos confusos que tanto se parecen a él.
Inhabilitada Machado, la oposición mayoritaria busca a un aspirante a quien colocarle las fichas, un todo o nada. La duda es si Rosales es esa persona. Le avala haberle hurtado al chavismo una de las gobernaciones más importantes del país y contar con buena popularidad en ese feudo, su gestión en general es bien comentada. No se puede ocultar tampoco que una parte del país democrático le tiene fe. Sin embargo, no son pocos los que dudan de que no haya hecho un pacto con Maduro y que sus verdaderas intenciones no sea las de atornillar en el poder al chavismo. Esa opinión está muy extendida en el país. En ese supuesto, Rosales sería un falso opositor que blanquearía un proceso electoral que la comunidad internacional mira con sospecha desde que Machado fuese apartada de la carrera presidencial. No sirve de nada especular porque solo él sabe cuáles son sus motivaciones últimas. Entrevistarle supone adentrarse en las aguas pantanosas del misterio.
Pregunta. ¿Se estaba preparando usted para ser candidato?
Respuesta. Decidimos no inscribirnos en las primarias porque había ya demasiados aspirantes y una dispersión muy grande de opciones. Las promovimos y apoyamos, y al producirse la victoria de María Corina, inmediatamente la reconocimos. Hemos condenado su inhabilitación, por injusta. Le dije a la propia María Corina que nuestra tarjeta estaba a la disposición de su candidatura. No se pudo inscribir, postuló a Corina Yoris, cuyos méritos todos reconocen. Se habló de un cambio de candidato, y se propuso a Omar Barboza, que el Gobierno también vetó. El tiempo seguía transcurriendo. En esa situación límite, tomamos esa decisión, pensando en lo grave que sería dejar al país sin una opción electoral.
P. Se ha dicho que a usted se le permite ser candidato para facilitar la tarea de reelección del Gobierno, y que por eso pudo inscribirse sin problemas.R. Había una lista de personalidades que el chavismo ya había aceptado, como Gerardo Blyde, Ramón Guillermo Aveledo o los gobernadores electos de la oposición. Pero nadie quería ser candidato.
P. ¿Por qué María Corina Machado habla de que su postulación fue una traición?
R. No voy a entrar en esa controversia. Pienso que hice lo correcto, salvar a las fuerzas democráticas de la abstención. He dicho que si llegamos a un acuerdo, y María Corina puede ser candidata, o nombrar a un sucesor, yo entrego mi candidatura.
Lea más en El País