Durante los primeros dos años de la administración del presidente Joe Biden que se cumplen este viernes, la Casa Blanca ha dejado en el retrovisor una política de máxima presión sobre el chavismo en Venezuela para dar paso a una estrategia de negociaciones cuyos resultados palpables apenas asoman sus frutos, según expertos consultados.
La mayoría de los eventos que involucraron el año pasado a Venezuela y Estados Unidos hubieran sido inimaginables durante el anterior gobierno del expresidente Donald Trump, quien desconoció a Nicolás Maduro como presidente y solía declarar que “todas las opciones” para desalojarlo del poder estaban sobre su mesa de toma de decisiones.
En varias ocasiones, delegaciones de alto nivel de la Casa Blanca visitaron Caracas para mantener encuentros con el presidente Nicolás Maduro, quien, tras años de confrontación, llegó a calificar una de las reuniones como “respetuosa, cordial y muy diplomática”.
En el marco de la invasión armada de Rusia a Ucrania, el gobierno estadounidense confirmó entonces que se abordaron temas de “seguridad energética” y, meses después, el Departamento del Tesoro autorizó a la petrolera estadounidense Chevron a reanudar operaciones como parte de los esfuerzos para alentar el diálogo con la oposición.
Otro de los episodios que marcaron la dinámica entre Biden y Maduro fueron el levantamiento de sanciones a Carlos Malpica Flores, ex vicepresidente de finanzas de la petrolera estatal PDVSA y sobrino de Cilia Flores, esposa del presidente venezolano.
Así, los últimos dos años han significado “un cambio completo de paradigma” ante Caracas por parte del gobierno estadounidense, según Geoff Ramsey, investigador y director para Venezuela del centro de pensamiento Washington Office on Latin America (WOLA).
A diferencia de su predecesor, el presidente Biden ve las sanciones económicas “como una herramienta y no como un objetivo en sí mismo”, subraya el investigador estadounidense.
“Biden está mucho más interesado en utilizar los incentivos que las sanciones han generado dentro del régimen de Maduro para abrir la posibilidad de un cambio democrático”, dice.
Ramsey observa ahora a la Casa Blanca con una mayor “flexibilidad” que en la era Trump, si bien en ambas administraciones hubo conversaciones directas “de bajo perfil” con los máximos representantes del chavismo en Venezuela, advierte.
Otros liderazgos
Hace dos semanas, tres de los cuatro partidos con más diputados electos en 2015 aprobaron la desaparición del llamado gobierno interino encabezado por Juan Guaidó, expresidente del Parlamento y a quien Washington reconocía como el legítimo mandatario encargado de Venezuela desde enero de 2019, en los tiempos de Trump.
La Casa Blanca dijo respetar la decisión de la oposición de sustituir el interinato por una comisión parlamentaria e, incluso, una delegación opositora se reunió a comienzos de año, en Washington, con el subsecretario para asuntos del hemisferio occidental, Brian Nichols.
Nichols les ratificó su apoyo a la lucha por elecciones libres para 2024, una meta que tanto el antichavismo como la Casa Blanca esperan alcanzar en las negociaciones de México.
En noviembre pasado, el oficialismo y sus detractores volvieron al diálogo de Ciudad de México tras 13 meses de congelamiento de ese proceso, facilitado por Noruega. Se alcanzó un acuerdo de corte humanitario, con la promesa de tratar a futuro asuntos políticos.
Maduro, mientras, ha criticado el enésimo espaldarazo de Estados Unidos a sus opositores, ha insistido en exigir el levantamiento de sanciones y ha reiterado que el único poder legislativo en el país es el de mayoría oficialista electo en 2020.
Su delegado jefe en Ciudad de México y líder de ese Parlamento, Jorge Rodríguez, amenazó este lunes con la posibilidad de que el chavismo se “radicalice” si Washington no modifica del todo su política de sanciones económicas de los últimos seis años.
“Si ellos quieren, nosotros queremos. Si ellos se radicalizan, pues de eso sabemos nosotros”, resaltó la mano derecha de Maduro entre vítores de diputados de su partido.
Ramsey, de WOLA, espera, por su parte, que Estados Unidos mantenga su apoyo a la Asamblea Nacional electa en 2015, ya no con una embajada del interinato en Washington, sino con un vínculo directo con el equipo negociador de la Plataforma Unitaria, una misión que encabeza el abogado constitucionalista, exalcalde y exdiputado Gerardo Blyde.
Anticipa el pronto retorno del madurismo y la oposición a las negociaciones en México, con Estados Unidos sumamente atento a los “nuevos temas” que abran camino hacia la resolución de la crisis política y la urgencia de organizar elecciones transparentes.
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